El día 29 de Junio, festividad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, conmemoramos el 450 aniversario de la toma del hábito carmelita por los ermitaños de Jesús María del Monte de La Peñuela, comunidad fundada en 1565. Por ello, os ofrecemos unos breves apuntes para conocer mejor el origen de nuestro convento:
DON ALONSO
SÁNCHEZ CHACÓN
Hasta 1565, La
Peñuela era conformada por un territorio cultivado y escasamente
poblado. Cercados, pequeñas alquerías (modestas casas de labor)
cobijaban agricultores, ganaderos, y gente que vivía de los
productos de la sierra (cazadores, colmeneros, etc). En ese año, un hecho será el desencadenante de que, en
definitiva, estemos nosotros hoy aquí.
Y
es que fallecía en Baeza Doña María de Carvajal y Osorio, Hija de
Diego de Carvajal. Su esposo, Alonso Sánchez Chacón, hijo del
comendador de Caravaca, resolvió abandonar su vida pública y
retirarse a una propiedad que tenía en La Peñuela, para hacer vida
penitente, en compañía de su criado, aunque con el tiempo algunos
amigos acudirán a seguirle en su propósito: […]Se
apartó a una posesión que entre otras tenia inhabitada y puesta en
olvido que hoy día se llama La Peñuela alta a diferencia de otra
que está allí cerca que se dice la baja […]
Lo
que Sánchez Chacón tenía en la Peñuela hasta ese momento era
un cercado de una tapia de alto y cuatro o cinco fanegas de tierra
parte de ella montuosa, y parte de ella desmontadas con una casa de
dos tapias en alto y quince pies en largo cuyo sitio había comprado
a Doña Estefanía de Luján en precio de treinta y tres ducados.
También
sabemos que en la propiedad de Don Alonso no había más edificado, ni plantado, y esto mal parado, porque era
allí asiento de cabras…
Para
entendernos, un terreno de unas tres hectáreas aproximadamente, en
el que había una casita de labor, de 1,66
m de alto y 4,17 m de largo. Del uso de este terreno podemos leer:
[…]
En esta exposición de lugar y sitio hizo un
aposentillo casi como sepulcro,
de dos tapias en alto y lo dividió en dos partes: una para su
recogimiento y otra donde un su criado le guisara de comer y dormía
allí y allí se estuvo muchos días en hábito de clérigo repasando
la gramática que se le había olvidado, y comenzando una casa en
forma de convento […]
A poco de iniciado
este retiro, murió en Baeza, Don Luis Sánchez Chacón de Carvajal,
un hijo mayorazgo que había dejado, en plena juventud. Don Alonso
había establecido que su mayorazgo revertiría al convento en caso
de que faltasen sucesores a sus hijos. Así que, muerto el heredero,
nada le distraería. Pero una de sus hijas le dio un heredero. Los
amigos y parientes, temiendo pleitos y rencillas, le rogaron que se
casase para evitarlas. Por razón de su linaje, Don Alonso tiene que
ceder, y antes de tener que dejar el mayorazgo a un nieto, a falta de
mejor heredero, vuelve a casarse.
Don Alonso se afana
en que no se pierda la comunidad que había
comenzado. Para ello, dona el heredamiento al Padre Álvaro Núñez
Marcelo y hace venir, en 1567, a Alonso de Coca, discípulo de San
Juan de Ávila. A su marcha, no se había construido aún la Iglesia
del eremitorio, existiendo tan solo la referida casita. Será Alonso de Coca
el que dispuso su construcción (1567-1569). Tal y como nos lo
corrobora su hijo, fray Juan de San Alberto: La cual heredad ha
nombre La Peñuela. La cual tenía él dedicada para que en ella se
sirviese a Dios con alguna quietud en soledad y vida honesta. Y para
este fin hizo una iglesia u oratorio, donde todos los días
pudiésemos oír misa […]
EL PRIMER
CONVENTO
Junto
a la primitiva casita de Sánchez Chacón, se ha adosado el pequeño
oratorio. A todas luces, forman un total de edificio insuficiente,
por más que se le van agregando diversas dependencias (las hemos ido
describiendo en anteriores escritos). A pesar de la insuficiencia
del heredamiento para sustentar una comunidad, la ciudad de Baeza,
interesada en que aquí se levante iglesia y monasterio, dona una
buena cantidad de fanegas de tierra, para ayudar al establecimiento
de los ermitaños. Tal y como
el Concejo de Baeza explica:
La
dicha ciudad dio las tierras para que gozasen de aquel bien muchos
ganaderos, colmeneros, cazadores, y otras personas que en el dicho
sitio, y tierra, y en contorno de él residían, y pasajeros que por
el camino real que está allí junto que va a Castilla pasaban […]
La descripción conocida de este primer cenobio nos puede hacer idea de la vida de pobreza que llevaban los religiosos:
[...] El
edificio que los ermitaños tenían, era un oratorio no muy grande, y
pegados a él dos aposentos que servían, el uno de refectorio, y el
otro de cocina. Encima de ellos una sala a teja vana, era dormitorio,
donde se acomodaban los que cabían, divididos unos de otros con
distancia de media vara. La
cama ordinaria […] era unos manojos de romero atados a manera de
zarzo, y por cabecera una piedra, o un pedazo de encina sin cepillar,
y una manta de pelos de cabra. Los que aquí no cabían, tenían por
el monte alrededor de esta casa, chozas de retama o jara, como los
profetas hijos de Elíseo junto al Jordán: y tan estrechas, que en
entrando un ermitaño no cabía otro. Una de otra estaba como un tiro
de piedra, y la más retirada del convento no pasaba de uno de
ballesta [...]
LA TOMA DEL HÁBITO CARMELITANO
A la vez que en la Peñuela se desarrollaba la vida de comunidad penitente, el Padre Gabriel de la Peñuela, natural de Úbeda, echaba en
falta ver en Andalucía conventos de la reforma que se abría paso en
la Orden del Carmen. Comunica sus deseos al Arzobispo de Granada Don
Pedro Guerrero y a Don Pedro Daza. Ellos le
aconsejan que se fuese a Madrid, y hablase con el Rey, para que le
diese licencia para fundar Conventos de los Descalzos donde quiera que se ofreciese oportunidad.
Así, resuelto el Padre
Gabriel, se descalza. Muda su apellido por el de la Concepción, por
la gran devoción que le tenía a la Purísima y a primeros de Septiembre de 1572
parte a Madrid. En el camino, encontró al Obispo titular de
Columbria, D. Fr. Diego de León. Cuando el Obispo le ve, se extraña
del hábito. Fray Gabriel le
explica sus planes y el Obispo [...] Dióle de camino, noticias de ciertos ermitaños, que había en la Peñuela, de Sierra Morena, gente bien disciplinada, y dispuesta para todo ejemplo de virtud, y deseosa de recibir algún hábito de Religión que conformar con los ejercicios, que habían elegido para servir a Dios, semejantes, mucho a Nuestra Regla Primitiva, y a lo que nuestros descalzos, practicaban en Pastrana, y Alcalá, donde el los había visto. Rogóle no dejase de verlos [...]
De vuelta desde Madrid a Granada, el
Padre Fray Gabriel de la Concepción hizo camino por la Peñuela,
donde fue muy bien recibido de aquellos santos ermitaños. El Padre
Marcelo, y sus ermitaños, deseaban mucho ser religiosos, por
ajustarse más al Concilio Tridentino. Habían oído, que en Pastrana
había renacido el Carmelo, y deseaban buscar la manera de
agregarse. Incluso habían enviado a dos de sus hermanos, para que
por sus ojos viesen lo que allí pasaba.
[...] se volvió el Padre Fray Gabriel de la Concepción, e hizo camino por la Peñuela, donde fue muy bien recibido de aquellos santos ermitaños [...] Acomodóle muy bien este Siervo de Dios, a la vida solitaria, y con los demás ermitaños que se aumentaron, hasta doce o catorce, y vivían en gran pobreza. No salían a los lugares a pedir limosna, sustentábanse del trabajo de sus manos, de las hortalizas, de las frutas, y otras hierbas silvestres del monte. Hacían rigurosa penitencia. Dábanse mucho a la oración vocal, y mental, según cada uno era guiado del Señor. Obedecían en todo al hermano Diego Hernández. [...] No satisfechos con esto, el Padre Marcelo, y sus ermitaños, deseaban mucho ser religiosos, por ajustarse más al Concilio Tridentino, que aprobaba poco el género de vida que guardaban. Pero querían una Religión reformada, que los conservase en la profesión de su amada soledad, y modo de vida pobre, sin rentas, sin ruidos, sin vagueaciones. Habían oído, que en Pastrana había renacido el Carmelo, con todas estas calidades, y deseaban afectuosamente, hallar modo para reunirse a el. Habían enviado a dos de sus hermanos, para que por sus ojos viesen lo que allí pasaba, y pudiesen según la relación, tomar la resolución. Vueltos los adalides, dieron muy exacta noticia de lo que vieron, conforme a lo que deseaban; con que llenaron de gozo, y consuelo a los hermanos. [...]
Al ver tal resolución, el Padre Gabriel se detiene con ellos unos días, y decide ir a hablar con el Obispo de Jaén para plantearle la necesidad de que estos ermitaños tomen el hábito del carmen. Pero el Obispo no concede permiso. El Padre Gabriel siente
pena por volver con las manos vacías, y piensa que al menos, podrá
lograr algún aumento. Considerando que el Sitio que los ermitaños
tenían, pidió a la ciudad de
Baeza, que le diese algún pedazo de tierra de su propiedad, para añadir al terreno ya donado. Los corregidores aceptan de buen grado y donan a los
ermitaños cincuenta fanegas de tierra, pegadas al sitio antiguo. Así
pues, tomó de ellas posesión el Padre Gabriel de la Concepción, y
le puso por nombre a todo: Jesús María del Monte de la Peñuela.
Aunque aun faltaba la
confirmación del Rey del donativo, hecho por la ciudad. Volvió a
Madrid con su compañero, para alcanzar la confirmación del donativo
de Baeza. Pero el Padre Fray Baltasar de Jesús le dice que pedir en
aquella ocasión la confirmación, era irritar los ánimos de los
frailes calzados. Que sería más sensato esperar. Mientras, se
suceden las gestiones de nuevo con el Obispo de Jaén, que concede
licencia una vez que ya se ha producido la fundación de Granada.
Por fin, el 29 de Junio
de 1573, se dio gozosamente el hábito a los ermitaños, y se puso el
Santísimo Sacramento. Nace así el Convento carmelita de Jesús
María del Monte de La Peñuela, a los ocho años del comienzo de la
vida eremítica en este lugar.
En tanto que el Padre Fray Baltasar de Jesús negociaba en Granada la fundación de aquel Convento, se hicieron algunas diligencias con el Obispo de Jaén para que diese licencia para la de la Peñuela. Los ermitaños daban prisa, porque les diesen el hábito, impacientes de su devoción. No se descuidaba el Padre Fray Gabriel, que en su compañía había quedado, en la instrucción monástica que debían guardar aquellos hermanos. Tenían, otro sí, hechos los hábitos, y prevenidas todas las cosas necesarias, aguardando que el Padre Fray Baltasar volviese a poner el Santísimo Sacramento. Abrevió la partida de Granada, por la prisa que los negocios de Castilla le daban. Llevó consigo al Padre Fray Pedro de los Ángeles, natural de Jaén, profeso de la Observancia, Novicio en la descalcez, brioso para todo lo encumbrado, y áspero de ella, y grandemente fervoroso en los ejercicios monásticos. Pasó por Jaén, pidió al Obispo la licencia que había ofrecido. La dio luego agradado del buen talento, y discreto proceder del Padre Fray Baltasar, y por saber que ya Granada había recibido la Religión, y ella en pago le daba edificación, y ejemplo.
Llegó a la Peñuela por los fines del mes de junio; y hallando prevenidas las cosas necesarias, dio el hábito a los ermitaños, y puso el Santísimo Sacramento día de S. Pedro Príncipe de la Iglesia, el mismo año de 1573, cuarenta y cuatro días después que en Granada. En virtud de las donaciones de los dueños de aquel sitio, tomaron en en nombre de la Religión posesión de él, dedicándole para convento. Trató luego el Padre Fray Baltasar de asentar la observancia espiritual: y advirtiendo que el Padre Fray Gabriel de la Concepción, era de flaca salud, como siempre lo fue, señaló por vicario al Padre Fray Pedro de los Ángeles;
Este primer monasterio, es utilizado hasta la llegada del Padre Gracián, padre visitador de la Orden. Al venir encuentra en La Peñuela a unos setenta religiosos, los más enfermos, viviendo en unas condiciones miserables (la mayoría duermen hacinados en el desván, y los que no caben, en chozas diseminadas por la huerta). Por ello ordena la marcha de la Comunidad, hecho que acontece en el año de 1576. A la vuelta de los frailes, en 1577, comienza la construcción del nuevo convento, inaugurado en 1578.
Para concluir, recogemos este testimonio, que a la vez nos brinda detalles de la estructura del
antiguo convento. La declaración de un hecho milagroso acaecido
en el verano de 1591, que
tiene como protagonista a nuestro
Santo Patrón San Juan de la Cruz. Nos lo cuenta el Padre Fray Francisco de San Hilarión:
[…]Siendo
conventual de la Peñuela el santo Padre después que acabó de ser
definidor, estando
un día en el corredor de la casa vieja
se levantó una tempestad de truenos y relámpagos con muy grande
oscuridad de nubes. Estaban todos los religiosos con mucho cuidado
porque estaban los panes en mies sin segar. El santo Padre cuando los
vio de aquella manera sonriendo se salió en medio del claustro y se
quitó la capilla y mirando al cielo, y levantando la mano hico una
cruz hacia el oriente en el aire y otras tres una a poniente y dos a
los lados que fueron por todos cuatro y visiblemente se deshizo la
tempestad […]
¿Por
qué no se ha conservado hasta nuestros días este primitivo
convento?
Hasta
ahora, no se conocía muy bien la respuesta. Se pensaba que, al
mudarse los frailes al nuevo convento, caería la antigua casa en
desuso, reaprovechando los materiales de construcción para la obra
del nuevo convento.
Pero
esto no fue así. Lo que realmente sucedió es que en 1604, el General
de la Orden ordena el traslado de la Comunidad a otro lugar, debido a
los rigores del verano que hacían enfermar a muchos religiosos, pasando la gestión del
heredamiento al Colegio de San Basilio, que lo vende en 1608 a Miguel
de Balcárcel por 600 ducados de censo. La ciudad de Baeza, que se
siente con mejor derecho, se dispone a reclamar la propiedad (por
orden del Concejo, ya había entrado a la posesión Juan García en
1604, cuando se marcharon los frailes). Diez años después, Fray
José de Jesús, nuevo Padre General, se percata de la gran lesión
que les ha provocado la venta, y conviene con la ciudad el traspaso
de tierras y edificios por cantidad de mil ducados (130 de contado y
870 de censo).
Conviene
aclarar que cuando se fueron los frailes, se llevaron cuanto
pudieron. Puertas, ventanas, tejas… Salvo la Iglesia del nuevo
convento, en la que dejaron imágenes y ornamentos, todo cuanto
pudieron llevarse fue cargado en carros, unos con dirección a sus
nuevos destinos y otros, camino de Vilches, donde los frailes
vendieron gran cantidad de material de construcción.
La
ciudad habilita la casa nueva (el convento inaugurado en 1578) para
vivienda del Alcaide de Martín Malo y habitación de arrendadores
del heredamiento en precio de 2000 ducados. Y en la casa vieja,
antiguo convento, se construye en 1618 un molino de aceite. Tal y
como podemos leer:
[…]
lo tuvo en arrendamiento el Maestro Pobes, y su sobrino, en la casa
baja, en un cuarto donde estaba la iglesia lo aderezó por cuenta de
la ciudad, e hicieron en él un molino de aceite, con su viga, y
piedra del alfarje, donde gastaron muchos ducados, porque se llevaron
los materiales de cuatro leguas de allí […] En el viejo no se ha
añadido más que una viga de molino hecha de un pino de la misma
heredad, y acomodado el molino y trojas en la Iglesia vieja, y
desmantelado y arruinado los otros tres cuartos que formaban el
convento viejo […]
En
ese estado permanecerá el oratorio hasta que, a partir del regreso
de la Comunidad, en 1682, se desmonta el molino y la prensa,
trasladándolo a una nueva ubicación en la casa nueva.
Aunque
los frailes acometen la rehabilitación de este espacio de culto, lo
cierto es que no se levantaron el resto de edificaciones que estaban
unidas al mismo y conformaron el primitivo convento.
Por
último, y como nota curiosa, señalar que a lo largo del pasado
siglo XX, con motivo de diversas obras, bajo el altar y en la
inmediación de la ermita, aparecieron varios sillares que el
recordado Carlos Sánchez Batalla, recogió en sus publicaciones,
aventurando que eran sillares de molino (la investigación histórica ha podido demostrar que estaba en lo cierto).