lunes, 6 de mayo de 2013

Diario de un peregrino. Capítulo 1

VIERNES DÍA 3 DE MAYO

La experiencia de una peregrinación marca al creyente. Es un paso adelante para iniciar un camino material, también espiritual, para encontrarte con uno mismo, y con una meta definida. Es desasirse de toda nuestra comodidad, de lo que nos rodea, y entregarnos a la oración y el camino.

Con esa meta comencé a preparar esta, mi primera peregrinación. La devoción a San Juan de la Cruz, patrón de La Carolina, fue el motor que me ponía en marcha. Luego descubriría en mis compañeros las distintas formas de acercarse a la figura de nuestro santo patrón.

A la vez que me preocupaba de preparar la mochila con lo indispensable, también preparaba la "otra mochila". La de las motivaciones espirituales que me ponian al pie de la carretera, para recorrer aquel viaje que hiciera nuestro santo carmelita, cuando ya enfermo de calenturillas, parte de La Peñuela a Úbeda.

Y así llegó el ansiado día. En torno a la ermita de San Juan de la Cruz empezaron a llegar peregrinos de Baeza, Úbeda, La Carolina, Bailén... Lo primero fue una dinámica para conocernos. Y tras esto, una visita a los lugares que evocan la memoria del santo en La Carolina. Visitamos también la Parroquia de San Juan de la Cruz, donde el párroco nos acogió afectuosamente. Ya en el polideportivo compartimos la primera cena, y tras esta, una íntima vigilia de oración en la Ermita en compañía de la junta de gobierno de la Hermandad. La primera toma de contacto, los nervios de la inminente partida. Vuelta al polideportivo, y tras preparar el saco, a dormir pensando en la marcha.



SÁBADO DÍA 4 DE MAYO

A las 6 de la mañana sonaba el despertador, y tras un desayuno compartido, nos poníamos en marcha hacia la Parroquia de la Inmaculada Concepción. Allí esperaba la junta directiva de la Hermandad de nuevo. Pero sobre todo, nos esperaba la bendita imagen patronal, que parecía más asirse a la cruz que amorosamente abraza, invitándonos a seguirla. Momento sobrecogedor junto al patrón de los carolinenses. Tras las oraciones y la bendición del peregrino, besamos la reliquia mientras cantábamos el Himno a San Juan de la Cruz.

Tras esto, mochilas al hombro partíamos entre las calles de una Carolina que recibía los primeros rayos de sol. Desiertas sus calles, el grupo se abría camino precedido del estandarte de la Hermandad patronal, que nos acompañó hasta la salida de la ciudad. Media hora de silencios. Media hora de oración callada y directa a Dios. Seguimos la estela de la cruz, como aquel por quién peregrinábamos.

Entramos a Vilches, dónde cuenta la tradición que se halla la posada en la que recaló el santo carmelita. Alli compartimos un almuerzo, y los vecinos nos abrieron su casa y su corazón, para darnos descanso y ayuda. Una vez tomado el almuerzo, partimos desde vilches a arquillos por la antigua calzada romana. Un vecino se sumó a la marcha acompañándonos, admirado de nuestra iniciativa. Parada para el ángelus. Y a las una, entrábamos en la localidad de Arquillos.



CONTINUARÁ