La experiencia de una peregrinación marca al creyente. Es un paso adelante para iniciar un camino material, también espiritual, para encontrarte con uno mismo, y con una meta definida. Es desasirse de toda nuestra comodidad, de lo que nos rodea, y entregarnos a la oración y el camino.
Con esa meta comencé a preparar esta, mi primera peregrinación. La devoción a San Juan de la Cruz, patrón de La Carolina, fue el motor que me ponía en marcha. Luego descubriría en mis compañeros las distintas formas de acercarse a la figura de nuestro santo patrón.
A la vez que me preocupaba de preparar la mochila con lo indispensable, también preparaba la "otra mochila". La de las motivaciones espirituales que me ponian al pie de la carretera, para recorrer aquel viaje que hiciera nuestro santo carmelita, cuando ya enfermo de calenturillas, parte de La Peñuela a Úbeda.

SÁBADO DÍA 4 DE MAYO


Tras esto, mochilas al hombro partíamos entre las calles de una Carolina que recibía los primeros rayos de sol. Desiertas sus calles, el grupo se abría camino precedido del estandarte de la Hermandad patronal, que nos acompañó hasta la salida de la ciudad. Media hora de silencios. Media hora de oración callada y directa a Dios. Seguimos la estela de la cruz, como aquel por quién peregrinábamos.
Entramos a Vilches, dónde cuenta la tradición que se halla la posada en la que recaló el santo carmelita. Alli compartimos un almuerzo, y los vecinos nos abrieron su casa y su corazón, para darnos descanso y ayuda. Una vez tomado el almuerzo, partimos desde vilches a arquillos por la antigua calzada romana. Un vecino se sumó a la marcha acompañándonos, admirado de nuestra iniciativa. Parada para el ángelus. Y a las una, entrábamos en la localidad de Arquillos.
CONTINUARÁ