jueves, 9 de mayo de 2013

Diario de un peregrino. Capítulo 2

Y a Arquillos entramos. Donde el párroco amablemente nos había cedido la casa parroquial. Tras una ducha reparadora, nos pusimos a comer. Aquí empezamos a conocernos, puesto que era el primer momento en el que podíamos compartir experiencias. Tras la comida, unas dinámicas y cantos nos hicieron la tarde amena. Y casi sin tiempo, preparamos la Santa Misa en la Parroquia de la Inmaculada.

Cantamos, leímos, acolitamos... La comunidad parroquial nos acogía con las manos abiertas en una misa que resulto brillantísima y solemne, tras la cual los Hermanos de La Carolina entonábamos emocionados el Himno a San Juan de la Cruz. Nada más terminar la función religiosa, la Hermandad de San Antón, Patrón de Arquillos nos abría su casa de Hermandad y nos regaló a cada uno una estampa del Sagrado Protector de la Villa. 

Agradecimos el gran detalle de todos los vecinos que se acercaron con bolsas de comida para ofrecérnosla, pues nos sentimos arropados y acompañados en nuestro camino. Y tras la cena, las ultimas oraciones y una noche festiva, donde compañeros se arrancaron por sevillanas, cantadas por nuestros queridos y ya inolvidables "columneros",  Manuel Ángel y Julio.

Ya tocaba preparar el saco, y todos dormimos en el mismo salón.

DOMINGO 5 DE MAYO

A la mañana siguiente, aunque despertados antes de tiempo por algún móvil con la alarma mal puesta, desayunamos los ricos pericones que los vecinos nos trajeron, y partimos hacia nuestra ansiada meta, en la segunda jornada de camino.

En un tramo precioso, recorrimos la distancia que separa Arquillos de las inmediaciones del Puente de Ariza,    al que no pudimos llegar por encontrarse bajo las aguas del embalse, pero junto al nuevo puente oramos, y recordamos el milagro de los espárragos. Tras esto, emprendimos el camino hasta la Ermita de la Santísima Virgen de Guadalupe, Patrona de los ubetenses, dónde tomamos el bocadillo, y la enfermera que nos acompañaba iba valorando las diversas "goteras" que empezaban a presentarse.

Tras el bocadillo, quedaba el último trecho. Con más ganas que fuerzas, pasamos por Santa Eulalia en busca de la ciudad de los cerros. Aquí, ensanchamos el corazón, y fue inenarrable como unos ayudaban a los que ya no podían a continuar el camino, acompañándolos, ayudándolos. En este tramo nos hicimos hermanos. En este tramo forjamos sentimientos verdaderos. Porque solo un peregrino en apuros sabe a lo que me estoy refiriendo, lo importante de encontrar una mano que te sostenga.

Y por fin, vislumbrábamos Úbeda en la lejanía.

CONTINUARÁ